Pasolini retratado en una obra de Zilda en las calles de Roma. De la serie "Io sono una forza del passato" |
Tras conocer con mayor profundidad los textos y poemas de Cesare Pavese
sentí un mayor interés por seguir inmerso en la obra de otras figuras
de la cultura italiana del S.XX. Poco tiempo después y tras haber leído
algo sobre la figura y trayectoria de Pier Paolo Pasolini me hice con una de sus novelas, "una vita violenta".
La urgencia por conocer la obra de un autor reconocidamente de
izquierdas que abarcó tanto la creación cinematográfica en su más amplio
sentido (guionista, director, actor) o géneros como la poesía y la
novela me condujo inevitablemente a sus páginas. Si el autor de "vendrá la muerte y tendrá tus ojos" había
desarrollado el grueso de su obra durante la recta final del fascismo italiano y había situado como marco de su escenografía la ciudad de
Turín, el cineasta y escritor, Pier Paolo Pasolini ambienta su novela una vita violenta en la Roma de la posguerra, década de los cincuenta. Por
lo tanto, al pasar del primer autor al segundo me consideraba inserto
en un marco histórico y ambiental muy concreto.
Una vida violenta refleja las condiciones de vida miserables en que viven las familias de las clases trabajadoras a las afueras de la capital del Tíber. Pasolini no se limita a describir la vida de la clase trabajadora italiana de forma genérica. Se dirige con ferocidad y clarividencia al subproletariado, al más bajo escalón del sistema de castas, a los humillados y ofendidos, huérfanos de tres décadas de un sistema fallido destinado a la destrucción humana y moral. No hay interés por el autor de mostrar la cara amable de la progresiva recuperación económica de la posguerra. Hay una voluntad de reflejar la vida del marginal: la prostituta apaleada por el proxeneta, el homosexual resignado y hambriento, el vagabundo alcohólico y necio, la policía a la que nunca le tiembla el pulso para reprimir a las clases más desfavorecidas, la falsa caridad de la Iglesia... con un lenguaje soez, propio de la identificación total con sus personajes y con un estilo descriptivo que abunda en el lenguaje directo y a la vez abstracto, es frecuente en toda la novela la enumeración de lugares y calles de las afueras de Roma.
Una vida violenta refleja las condiciones de vida miserables en que viven las familias de las clases trabajadoras a las afueras de la capital del Tíber. Pasolini no se limita a describir la vida de la clase trabajadora italiana de forma genérica. Se dirige con ferocidad y clarividencia al subproletariado, al más bajo escalón del sistema de castas, a los humillados y ofendidos, huérfanos de tres décadas de un sistema fallido destinado a la destrucción humana y moral. No hay interés por el autor de mostrar la cara amable de la progresiva recuperación económica de la posguerra. Hay una voluntad de reflejar la vida del marginal: la prostituta apaleada por el proxeneta, el homosexual resignado y hambriento, el vagabundo alcohólico y necio, la policía a la que nunca le tiembla el pulso para reprimir a las clases más desfavorecidas, la falsa caridad de la Iglesia... con un lenguaje soez, propio de la identificación total con sus personajes y con un estilo descriptivo que abunda en el lenguaje directo y a la vez abstracto, es frecuente en toda la novela la enumeración de lugares y calles de las afueras de Roma.
Los
chicos del arroyo son protagonistas indiscutibles de la historia:
jóvenes perdidos en la barriada de Pietralata, un lodazal inmenso a
orillas del Río Aniene donde la atmósfera apesta a humedad y putrefacción "hasta cortar el aliento". Tomasso Puzzini,
personaje central de la novela, encarna al antihéroe por
excelencia, a todos los hijos de un nihilismo provocado por el schock del final del fascismo y la guerra, donde la
violencia y la agresividad son el único pan de cada día y la supervivencia es el único fin.
En mi opinión la obra no ha perdido
vigencia aunque posteriormente y en la actualidad la tendencia en la
literatura y el cine a una escuela neorrealista o de realismo sucio
abunda, por lo que no puede considerarse hoy día una obra que conserve
su capacidad de transgresión. El autor no intenta adoctrinar en una
única dirección con la serie de moralejas veladas que va repartiendo a
lo largo de la historia pero sí consigue dar un baño de realidad a
lectores de otras épocas y por qué no pensarlo, a los que actualmente en
cualquier momento se acerquen a él. Sin paliativos podría enmarcarse
esta obra en el inicio de un movimiento de desenmascaramiento del
rostro dulce y alegre de una sociedad de consumo que por aquel entonces
comenzaba a fraguarse.
Sin duda, una novela necesaria de un intelectual fundamental.
Sin duda, una novela necesaria de un intelectual fundamental.
31/07/2012, Sevilla