31 jul 2012

Una vida violenta




 Pasolini retratado en una obra de Zilda en las calles de Roma. De la serie "Io sono una forza del passato"


Tras conocer con mayor profundidad los textos y poemas de Cesare Pavese sentí un mayor interés por seguir inmerso en la obra de otras figuras de la cultura italiana del S.XX. Poco tiempo después y tras haber leído algo sobre la figura y trayectoria de Pier Paolo Pasolini me hice con una de sus novelas, "una vita violenta". La urgencia por conocer la obra de un autor reconocidamente de izquierdas que abarcó tanto la creación cinematográfica en su más amplio sentido (guionista, director, actor) o géneros como la poesía y la novela me condujo inevitablemente a sus páginas. Si el autor de "vendrá la muerte y tendrá tus ojos" había desarrollado el grueso de su obra durante la recta final del fascismo italiano y había situado como marco de su escenografía la ciudad de Turín, el cineasta y escritor, Pier Paolo Pasolini ambienta su novela una vita violenta en la Roma de la posguerra, década de los cincuenta. Por lo tanto, al pasar del primer autor al segundo me consideraba inserto en un marco histórico y ambiental muy concreto.

Una vida violenta refleja las condiciones de vida miserables en que viven las familias de las clases trabajadoras a las afueras de la capital del Tíber. Pasolini no se limita a describir la vida de la clase trabajadora italiana de forma genérica. Se dirige con ferocidad y clarividencia al subproletariado, al más bajo escalón del sistema de castas, a los humillados y ofendidos, huérfanos de tres décadas de un sistema fallido destinado a la destrucción humana y moral. No hay interés por el autor de mostrar la cara amable de la progresiva recuperación económica de la posguerra. Hay una voluntad de reflejar la vida del marginal: la prostituta apaleada por el proxeneta, el homosexual resignado y hambriento, el vagabundo alcohólico y necio, la policía a la que nunca le tiembla el pulso para reprimir a las clases más desfavorecidas, la falsa caridad de la Iglesia... con un lenguaje soez, propio de la identificación total con sus personajes y con un estilo descriptivo que abunda en el lenguaje directo y a la vez abstracto, es frecuente en toda la novela la enumeración de lugares y calles de las afueras de Roma.

Los chicos del arroyo son protagonistas indiscutibles de la historia: jóvenes perdidos en la barriada de Pietralata, un lodazal inmenso a orillas del Río Aniene donde la atmósfera apesta a humedad y putrefacción "hasta cortar el aliento". Tomasso Puzzini, personaje central de la novela, encarna al antihéroe por excelencia, a todos los hijos de un nihilismo provocado por el schock del final del fascismo y la guerra, donde la violencia y la agresividad son el único pan de cada día y la supervivencia es el único fin.
 
En mi opinión la obra no ha perdido vigencia aunque posteriormente y en la actualidad la tendencia en la literatura y el cine a una escuela neorrealista o de realismo sucio abunda, por lo que no puede considerarse hoy día una obra que conserve su capacidad de transgresión. El autor no intenta adoctrinar en una única dirección con la serie de moralejas veladas que va repartiendo a lo largo de la historia pero sí consigue dar un baño de realidad a lectores de otras épocas y por qué no pensarlo, a los que actualmente en cualquier momento se acerquen a él. Sin paliativos podría enmarcarse esta obra en el inicio de un movimiento de desenmascaramiento del rostro dulce y alegre de una sociedad de consumo que por aquel entonces comenzaba a fraguarse.

Sin duda, una novela necesaria de un intelectual fundamental.


31/07/2012, Sevilla





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